A continuación te compartimos algunas lecciones que los terapeutas de pareja procuran desarrollar a lo largo de las sesiones:
Las relaciones interpersonales (cualquiera que sea su naturaleza) son muy complejas. Y es que llegamos a formar estos vínculos con la expectativa de que los otros se comportarán de una manera similar a la que estamos acostumbrados en nuestras tribus familiares; cuando en realidad, ese otro, con una cosmogonía distinta y ajena a la de uno, está también actuando en función de esa expectativa. Es decir que, si uno está acostumbrado que le corten fruta en las mañanas como símbolo de cariño y preocupación –porque papá o mamá solían hacerlo–, y nuestra pareja no hace ese pequeño detalle… En ocasiones llegamos a sentir como si no fuéramos queridos por ella; entonces queremos explicarle nuestro sentir, lo cual, al no ser muy hábil con las palabras y las emociones, puede terminar en un conflicto (e inclusive, en terapia de pareja).
La realidad es que ninguna relación interpersonal es perfecta (en especial la de la pareja). Inclusive podríamos decir que cada una cuenta con variantes y acuerdos únicos, los cuales ayudan a diferenciarla de otros vínculos. De modo que, al contemplar cada vínculo como único e irrepetible, nos permitimos mantenernos abiertos a las experiencias, a los cambios y los aprendizajes que nos brinda a nuestra historia personal. En palabras, el discurso parece sencillo de aplicarse; sin embargo, al ponerlo en práctica, inicia el verdadero reto de mantenerse en esa relación.
En terapia de pareja se explica que el paradigma –estas creencias con las que regimos nuestras conductas y actitudes– del amor se encuentra cincelado por las experiencias de nuestra vida, de la manera en que aprendimos a enfrentar las discusiones o a recibir (y dar) muestras de afecto. Sin embargo, ¿cómo poder usar esas experiencias en beneficio de ese vínculo tan importante? A continuación te compartimos algunas lecciones que los terapeutas de pareja procuran desarrollar a lo largo de las sesiones:
Recuerda que las decisiones importantes no deben tomarse al calor de la discusión. Lo ideal es que, para hablar acerca de temas importantes, lo mejor sea cuando ambos estén tranquilos (si se habla después de una discusión, al menos en el momento en que ambos estén abiertos a la comunicación), después de comer (ya que, con hambre, uno puede estar molesto sin darse cuenta), evitar que sea en horarios de madrugada (para que el cuerpo pueda descansar). Esto permitirá racionalizar las emociones, y así contar con una comunicación más productiva (y sin necesidad de argumentar).
La comunicación asertiva y empática puede ayudar en los momentos de crisis y discusiones. En el momento de hablar acerca de lo que uno siente, es importante usar la primera persona del singular (es decir, “yo”). Por ejemplo, ante la situación que la pareja se encuentre trabajando excesivamente, al exteriorizarlo, poder expresarlo desde las emociones de uno mismo: “Yo comprendo que estés muy ocupadx, pero últimamente me he sentido muy solx….”; que no es lo mismo si uno recibe: “¡Te la pasas trabajando todo el tiempo y no tienes tiempo para mí!”. Esto puede lograr que la persona a la que uno se dirige, reciba la información y reaccione de manera más empática.
Tener actividades y proyectos en común puede brindar estabilidad a la relación. Por ejemplo, ejercitarse juntos puede liberar ansiedad y mejorar la claridad mental, ya que el ejercicio brinda endocrinas –neurotransmisores de la recompensa y felicidad–. Además, el mantener un proyecto juntos puede incrementar la sensación de compromiso tanto a la relación como al objetivo en común. Viajar, comprar un bien común, decorar el hogar, ejercitarse, etcétera.
Recordar que ambos miembros del vínculo son dos seres diferentes, cuyas historias y experiencias continúan siendo únicas antes, durante y después de la relación, entonces permite entrar en un paradigma de equidad. En este paradigma, ambos miembros tienen la capacidad de disfrutar una vida plena, con tiempo para sí mismos manteniendo un tiempo con la pareja; además, ambos tienen la misma voz para opinar y realizar decisiones en conjunto.
Hacer sentir que la otra persona es significativa y apreciada sólo porque sí (sin necesidad de un aniversario o un cumpleaños), puede producir una sensación de bienestar, compromiso y cuidados.
Mantenerse abiertos en lo que se refiere a la vida sexual, lo cual puede lograr que uno disfrute de las prácticas sexuales (tanto con uno como con la pareja), incrementando la intimidad y el bienestar en general.
Conócete a ti mismo, a tus demonios y cualidades. Dado que una gran parte de la relación se basa en la intimidad de uno con la pareja, significa que uno requiere de trabajar en sí mismo para mejorar tanto consigo mismo como en la relación. Hay quienes escogen meditación; otros, terapia individual. Cualquiera que sea la elección, recuerda que uno mismo tiene el poder de generar cambios por sí mismo.
Recuerda que la otra persona no tiene ciertos comportamientos con el objetivo exclusivo de lastimarnos. Esto puede ser más que una la proyección de un demonio nuestro, el cual requiere que prestemos atención a la diferencia entre la realidad y la fantasía.
María José CA
Twitter de la autora: @deixismj