Las mujeres no necesitamos ser rescatadas del parto, necesitamos vivirlo plenamente, en consciencia, sin miedo, con confianza en nuestro proceso fisiológico, sexual y emocional y en la atención, apoyo y compañía que tendremos.
La violencia obstétrica provoca la pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres que la sufren. Representa el efecto contrario de un parto respetado y constituye una violación a los derechos humanos y aún así, se rodea de silencio, parece invisible. El tema de la violencia obstétrica es poco hablado, pero no por eso menos frecuente y se presenta sin importar religión, edad, nivel socio-económico y educativo; esto quiere decir que todas las mujeres somos vulnerables a sufrirla.
Cuando pensamos en violencia muchas veces la relacionamos con agresiones, maltrato físico y emocional, discriminación, acoso y abuso en todas sus formas, pero esta vez, y eso es, pero esta vez hablemos de la violencia obstétrica.
El 25 de noviembre de cada año se celebra el “Día Internacional en Contra de la Violencia en Contra de la Mujer”, aprobado en la Declaración de la ONU sobre la “Eliminación de la Violencia contra las Mujeres” desde 1993, y que definió la Violencia de Género o Violencia Contra las Mujeres como: “Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública o privada”.
Esta definición lleva implícita la violencia obstétrica que se puede describir como el mal-trato que sufre una mujer durante su embarazo, en la atención médica del nacimiento de su bebé y/o durante su post parto, sus formas son muchas: ser juzgada, vejada, lastimada física y/o emocionalmente, ignorada, ridiculizada o vivir cualquier otra situación que la haga sentir no respetada o sometida y que altere el proceso de un parto natural sin la obtención del consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
Hay prácticas médicas que aún se llevan a cabo a pesar de estar desaconsejadas y que son violentas (cuando no son necesarias), por ejemplo:
En México, hay solamente tres estados de la República en donde se considera delito la violencia obstétrica: Veracruz, Oaxaca y Guanajuato. Sin embargo, este hecho es muy poco conocido.
“La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia” -Mahatma Gandhi-
Es verdad que la violencia obstétrica la ejerce el personal médico que con su trato provoca la vivencia de un parto violento, irrespetuoso y deshumanizado, pero es verdad también que es responsabilidad de la sociedad y de las mujeres (principalmente), informarnos y conocer nuestros derechos para evitar, denunciar y ojalá erradicar este tipo de violencia. De nada sirve guardar silencio y olvidar las molestías y maltratos del parto: las mujeres no necesitamos ser rescatadas del parto, necesitamos vivirlo plenamente, en consciencia, sin miedo, con confianza en nuestro proceso fisiológico, sexual y emocional y en la atención, apoyo y compañía que tendremos.
Ninguna mujer, en ninguna circunstancia debería recibir regaños, burlas, ironías, amenazas, humillaciones, manipulación de la información, aplazamiento de la atención médica urgente, no existe razón médica para no ser consultadas antes de cualquier decisión que puede constituir una violación a nuestros derechos humanos y reproductivos.
“Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia”. –Jean Paul Sartre-.
Todas las mujeres merecemos y nos debemos partos dignos, amorosos, íntimos: sin violencia. Debemos entender que el embarazo, el parto y sus eventos alrededor son naturales y sanos, lo que no es natural ni sano es que las mujeres vivan y recuerden su maternidad con miedos o heridas y cicatrices en sus cuerpos y en sus corazones, debemos romper el silencio que protege esta violencia, se trata de proteger en cambio a nuestros cuerpos, a nuestros bebés, porque lo que se vive en el parto nos marca para toda la vida a nosotras, a nuestros hijo(a)s y a nuestras familias.
Las mujeres debemos alzar la voz y dar a conocer de una vez por todas que la maternidad es salud, fuerza, transformación, creatividad, plenitud. Es absolutamente necesario poner un alto al maltrato, a la falta de respeto, porque la violencia obstétrica atenta no solo contra nosotras las mujeres y nuestros cuerpos, sino a nuestros recién nacidos, afectando su manera de nacer. Usemos nuestra voz, nuestro sentido común, no seamos cómplices, tenemos que movernos desde el amor y la comunicación para cambiar estas actitudes violentas y lo haremos si rompemos el silencio: hagamos visible lo invisible para poner fin a la violencia obstétrica.
Twitter de la autora: @KarlaDoula