Cuando alguien escucha la palabra “maltrato” se asocia con golpes y gritos. No obstante, el abuso dista mucho de sólo expresarse en un contexto físico, sino también en el psicológico-emocional y en el sexual.
Cuando alguien escucha la palabra “maltrato” se asocia con golpes y gritos. No obstante, el abuso dista mucho de sólo expresarse en un contexto físico, sino también en el psicológico-emocional y en el sexual. Y en caso de presentarse en conjunto, forman una bomba de dolor y tristeza que puede tardar una vida entera en superar.
El abuso es uno de los espectros que desgraciadamente un 23 por ciento de la población mundial ha llegado a sufrir durante su infancia. En un menor o mayor grado, este fenómeno antinatural e inaceptable afecta en la salud física como mental de la víctima, expandiendo las consecuencias a nivel intrapersonal, profesional y social.
La infancia es una etapa donde resulta casi imposible defenderse física y emocionalmente de algún ataque proveniente de las figuras que deberían mostrar amor al niño. Por lo que, una persona que sufrió abuso y descuido durante su infancia aprende a vivir bajo un patrón de supervivencia mínima: aceptando por obligación los roles sociales como ser un padre/madre, esposo, tener un trabajo estable con unos cuantos conocidos realmente íntimos, subsistir a través de conductas de alto riesgo (una vida sexual sin protección, abuso de sustancias, comportamientos agresivos, cutting), autosaboteándose constantemente con cualquier oportunidad laboral, relacional o emocional. Este tipo de vida realmente causa muchísimo dolor, dificultando las oportunidades para reconocer siquiera un mínimo de placer en su día a día. Y aunque deseen despabilarse de todas estas emociones tan apabullantes, simplemente no saben cómo hacerlo: desgraciadamente, en ese momento, no tienen siquiera las herramientas para lograrlo.
El maltrato emocional es quizá el menos notorio. A veces podemos llegar a vivir dentro de un ambiente psicológicamente agresivo y nunca darnos cuenta. Hasta que, un día, se da cuenta de la situación en que vive y decide luchar para cambiarlo: y eso, es apenas el inicio del camino. ¿Cómo darse cuenta de esa situación? Te compartimos algunos de los tipos de abuso psicológico:
– Rechazar: Los padres o cuidadores que rechazan, inconscientemente o a propósito, al niño, le mandan un metamensaje acerca de lo indeseado que es. Desde ignorar sus necesidades básicas, correrlo de un lugar (“que desaparezca de la vista”), evitar hablar con él/ella, culparlo por los problemas de la familia, gritarle, humillarlo acerca de sus capacidades mentales o apariencia física, negarle atención afectiva, abandonarlx física o emocionalmente, encerrarlo o amarrarlo como castigo hasta ponerle apodos peyorativos.
– Ignorar: Muchos adultos no están conscientes de sus propias necesidades afectivas, discapacitándolos de reaccionar a las necesidades de sus hijos. Existe cierta inconsistencia para conectar afectivamente con el niñx, no hay una satisfacción constante en las necesidades emocionales, sociales ni físicas del infante, hay un desconocimiento de los intereses y actividades de la víctima, evitando el cuidado médico o ambientes seguros y limpios; hay una incapacidad por cuidar y proteger tanto física como emocionalmente a una persona.
– Terrorizar: Los padres o miembros de la familia que amenazan, gritan e insultan suelen criticar, castigar o ridiculizar a un niño. Inclusive, hacerles demandas inconsistentes o irracionales.
– Aislar: Al mantener al niñx en una sola recámara, sin la estimulación del exterior es un tipo de abuso. Es decir, restringir que vaya a la escuela, interactúe con otras personas, salga a comer, entre otros. También puede suceder que dejar a solas a un niño durante varias horas al día, un castigo extremo o excesivo por algún comportamiento típico infantil, obligar al niño a rechazar invitaciones o contacto social, etcétera.
– Corromper en el uso de drogas, alcohol o conductas de alto riesgo, como robar, prostitución o juegos de apuestas.
– Explotar u obligar al niño a realizar alguna actividad sin prestar atención a su desarrollo ni salud. Por ejemplo, pedirle constantemente que prepare la cena familiar. Al tener unas altas expectativas de sus capacidades puede provocar que se les demande tomar cuidado de por acciones que no les corresponden a su edad.
María José CA
Twitter de la autora: @deixismj