Bebés descalzos: mas sanos y mas felices

 

Así que olvida de una vez hacer el gasto en zapatos para tu bebé, déjalo en la medida de lo posible sentirse feliz con su cuerpo libre y en movimiento

¡Bebés descalzos: es mejor!… Y vemos en todos los centros comerciales zapatitos miniatura para bebés que por supuesto, no caminan…, y es otra vez la muestra de que el comercio hace negocio con todo, pero más allá, siembra dudas entre las madres que se preguntan si es “normal” que a su bebé no le gusten o que se quite los zapatos (cuando puede el inocente), o si debería poner zapatos “especiales” a su bebé que está por aprender a caminar…, y donde el zapato debería (O NO), de jugar un papel importante.

Como a las personas nos encanta tener fundamento de todo, buscamos información al respecto y encontramos (nada nuevo bajo el sol), que durante los primeros meses de vida, cuando el cerebro se desarrolla a mayor velocidad, los pies son altamente sensibles y les sirven a los bebés para procesar información importante como texturas, temperaturas, límites físicos de sus extremidades. El artículo “Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes”, elaborado por Isabel Gentil García, Profesora de la Escuela Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid, justifica la necesidad de dejar descalzos a los niños que no caminan. La autora sostiene que el movimiento físico y el estímulo sensorial del bebé a través de los pies descalzos es un factor de aceleración de la maduración, del desarrollo propioceptivo y del desarrollo intelectual del niño.

“Hemos presenciado cómo profesionales de la salud aconsejan calzar a niños de estas edades”, pero “Hay otro sector de profesionales que entendemos que no sólo no es necesario calzar a los niños en esta etapa (exceptuando en ambientes fríos y con el fin de abrigar), sino que es perjudicial para su desarrollo”. Frente a la diversidad de criterios, Isabel Gentil García estudió los motivos científicos que aconsejan no calzar a los niños que no caminan o preandantes: fuentes bibliográficas relacionadas con el desarrollo psicomotor del niño, tratados de neurología y fisiología. También analizó diversas teorías sobre el desarrollo de la inteligencia en el niño, integrando conocimientos que se trataban de forma independiente y teniendo presente el concepto de ser biopsicosocial indivisible que somos los humanos.

En su análisis, la autora concluye que todas las teorías “coinciden en que el desarrollo es fruto de una compleja interacción entre el ambiente y el organismo y que en el punto inicial del desarrollo de la inteligencia no existe una diferencia entre el yo y el mundo externo; se da todo en un bloque”. Así, explica que el niño irá desarrollando progresivamente los conceptos de yo, de objeto, de espacio, de causa y de tiempo. Destaca además que uno de los factores ambientales que más interviene en su desarrollo es el propio cuerpo, ya que el conocimiento del mismo y saber diferenciarlo del resto del mundo es una noción mental fundamental para ir construyendo todas las demás.

A partir del tercer mes de vida aparece el interés por el propio cuerpo (que será lo primero que el niño explore). En ese momento el bebé comienza a mirarse las manos y así empieza a descubrir su cuerpo.

“La imagen de sí mismo que construye el niño (es decir su identidad) tiene su origen en sus experiencias de todas las sensaciones táctiles, cinestésicas y visuales resultantes de la relación del niño con el mundo”.

El movimiento es fundamental para el neuro-desarrollo: motricidad fina y gruesa, sensibilidad y psiquismo están íntimamente unidos.

Una característica principal del desarrollo cognitivo del bebé que no camina es la superioridad de la estimulación sensorial y motora sobre cualquier otro aspecto. Y el juego motor es predominante: el niño juega con sus pies y eso estimula su desarrollo, porque permite la maduración del sistema nervioso central y que favorece el control neuromuscular, el desarrollo intelectual y las habilidades sociales.

Los pies del recién nacido tienen una sensibilidad táctil mucho más fina que la de sus manos; esto se extiende hasta los 8 ó 9 meses de vida. Por ello, el bebé utiliza los pies para informarse sobre el mundo exterior: toca con ellos todo lo que tiene a su alcance, los manipula y se los lleva a la boca. Ya cerca del año, el pie va perdiendo esta sensibilidad y se inicia otra más profunda: la sensibilidad propioceptiva (la que nos permite saber la posición y el movimiento de las distinas partes de nuestro cuerpo). Pero antes de empezar a caminar, el niño necesitó la información que recibió de las plantas de los pies y de las estructuras profundas (las articulaciones) para poder coordinar los movimientos y lograr el equilibrio para caminar o desarrollar la marcha.

Los pies descalzos y los pies llevados a la boca contribuyen a la madurez de la propiocepción y exterocepción (la percepción de los estímulos provenientes del exterior). Por esa razón no debemos cubrir los pies del bebé si no es con la intención de proteger del frío, pues informan del mundo exterior, transmitiendo sensaciones de temperatura y texturas que favorecen el desarrollo del niño. Si dejamos los pies libres de calzado, se fomenta la libertad de los movimientos de los dedos y de los pies que a esta edad, como órgano táctil, se mueven mucho. El niño necesita tener la oportunidad de tener la planta del pie en contacto con superficies irregulares ya que esto estimula las sensaciones cinestésicas y los reflejos posturales: necesita el estímulo táctil, de presiones y de irregularidades del terreno para desarrollar la propiocepción, mejorar la posición de las articulaciones y reforzar la musculatura, con lo cual también se explica porqué no es necesario, y al contrario, está desaconsejado el uso de andaderas para aprender a caminar.

Entonces, con suficientes razones detrás, afirmamos que los zapatos en los niños que aún no andan, impide o limita la recepción de sensaciones y añade un peso excesivo a los pies impidiendo el movimiento, además de que muchas veces los lastiman pues el diseño es por decoración y no por comodidad del bebé.

Así que olvida de una vez hacer el gasto en zapatos para tu bebé, déjalo en la medida de lo posible sentirse feliz con su cuerpo libre y en movimiento y si has de cubrirlo del frío, procura que el tejido de la prenda sea natural para que las fibras que estén en contacto con su piel también ofrezcan una estimulación adecuada y le permita respirar mejor y sentirse libre y feliz.

Karla Lara

@KarlaDoula

Fuente:n “Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes”, de Isabel Gentil García, está disponible en http://revistas.ucm.es/enf/18877249/articulos/RICP0707120027A.PDF