Estos son los niveles de violencia que puedes vivir en una relación de pareja

Estos son los niveles de violencia que puedes vivir en una relación de pareja

Hay ocasiones en que no nos damos cuenta que vivimos una relación de violencia, ya que las conductas agresivas pueden pasar como problemas comunes de toda pareja: sin embargo no lo son.

Estos son los niveles de violencia que puedes vivir en una relación de pareja… En alguna ocasión nos hemos encontrado con alguien inmiscuido en una relación de celos, peleas e insultos constantes, aislamiento social, exigencias, amenazas, control de actividades del otro, vigilancia sobre la forma de vestir, golpes o empujones. Incluso, llegamos a culpar a las personas agredidas “porque son unos dejados”, “si están ahí, es porque les gusta sufrir”, “es su culpa sencillamente”, olvidando por completo ver el contexto de la relación.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia se define como “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea de amenaza o efectivo, contra uno mismo, contra otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de provocar lesiones, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones y muerte.”

La violencia nace dentro una cultura basada en el sometimiento, dominio, esclavitud y humillación, construyéndose  de manera intencional y recurrente como parte del deseo de poder sobre alguien considerado inferior. De manera que, en pequeña o grande medida, tanto hombres como mujeres de la actualidad sufrimos de estas actitudes de maltrato; no obstante, aún cuando la violencia está presente, no se habla de ella. Normalizamos ciertas conductas porque las consideramos como “el pan de todos los días”.

A veces sólo puede tratarse de ignorar a la persona cuando están hablando, negligencia, “pequeños” celos, colgarse el teléfono, amenazas de irse con alguien más si no “se le cumple con la cuota de sexo”, omisión de opiniones, visitas intempestivas, recurrentes de sorpresa cuando uno está ocupax. En otras,  prohibir las actividades o modos de ser, destruir objetos personales (de manera intención), acariciar agresivamente, golpear “jugando”, forcejar, dar cachetadas, patear, encerrar, aislar. Inclusive se puede llegar a amenazar con armas, forzar a una relación sexual (aún dentro de una relación de años), violar, mutilar y hasta asesinar.

Según las estadísticas, el 80 por ciento de las situaciones de violencia comienza en el noviazgo, justificándose con “es porque te quiere”, “te está cuidando, no te controla”, “no es celosx, teme perderte”, “si se casan, va a cambiar”, “te pegó porque te lo merecías” o “te pego porque estaba borrachx”.

Desgraciadamente, bajo la premisa de que estamos enamoradxs, dejamos a un lado esas pequeñas alertas que evidencian si la pareja es una persona violenta. Como por ejemplo, si la familia considera a los hombres como superiores a las mujeres, si cuenta con conductas posesivas que forzan al aislamiento familiar o social, si son recurrentes los celos enfermizos, si hace comentarios negativos acerca de la forma de vestir, caminar, hablar, arreglarse, a la familia y amistades, a los estudios o trabajo, etcétera. Inclusive llegamos a pensar que con el tiempo y porque nos ama, el agresor cambiará. Es importante tener en consideración que nadie cambia a petición o por necesidad ajena; ya que, en la violencia, es primordial destruir al prójimo antes de que el otro destruya a uno.

Por eso es indispensable tener conscientes las creencias sociales de nuestros propios círculos familiares y de amigos: ¿vivimos en un ambiente donde las mujeres deben comportarse sumisas, tiernas, obedientes, pasivas, dependientes, dedicadas al cuidado de los demás; donde los hombres tienen la responsabilidad de ser los proveedores y representantes de la autoridad o decisión?

Hay ocasiones en que no nos damos cuenta que vivimos una relación de violencia, ya que las conductas agresivas pueden pasar como problemas comunes de toda pareja: sin embargo no lo son. Y menos si desarrollan síntomas de otros problemas emocionales, tales como depresión, insomnio, estrés, angustia, ansiedad, etcétera. 

Estas conductas son cíclicas, caracterizadas por fases de tensión, explosión y arrepentimiento. Es decir que, al principio pueden existir tensiones en la relación, después una gran pelea desencadenando golpes o jaloneos, y después el arrepentimiento de uno prometiendo que no volverá a suceder (quizá hasta con flores, serenata y cientos de cartas). 

Cada persona es responsable de su conducta y sus emociones. Nada (ni nadie) justifica la violencia, celos, peleas, insultos constantes, exigencias, amenazas, aislamiento social, control de actividades, vigilancia, golpes ni forcejeos. Es necesario transformar las creencias y los prejuicios, eliminando los mitos que normalizan la violencia. Es momento de decir: basta. 

 Fuente: Violencia familiar y adicciones, Centros de Integración Juvenil, A.C.

María José CA

Twitter de la autora: @deixismj

Fotografía principal: Bloco / Flickr