Hiperpaternidad: la obsesión de criar niños ‘perfectos’ Expertos señalan que la sobreprotección y el afán de los padres por evitar que los hijos cometan sus propios errores, educa a niños cada vez indefensos para enfrentarse al mundo…
La hiperpatenidad es un fenómeno de crianza que se caracteriza por una atención excesiva a los hijos. Los padres entienden que, para ser unos buenos padres, han de estar pendientes de los hijos de una forma exagerada, resolviendo los problemas, anticipándose a ellos y haciendo las cosas en su lugar. En vez de criar y educar a los hijos, parece que estamos gestionándolos. Impiden que los hijos se enfrenten a sus miedos.
El fenómeno de la hiperpaternidad surgió en Estados Unidos pero se ha extendido a otros países, especialmente entre las familias de clase media y alta.
Madres y padres buscan ‘preparar’ a sus hijos para el futuro, por lo que los inscriben en los mejores colegios, compran los juguetes más novedosos, los llevan a toda clase de actividades extraescolares con las que confían otorgarles un resultado brillante en su futuro. Lo que se busca, según Millet, es un hijo perfecto, un súper hijo que esté formado lo antes posible. “La hiperpaternidad implica una inversión económica importante y los hijos se convierten en un símbolo de estatus”.
Existe una línea muy delgada entre los padres que quieren lo mejor para sus hijos y aquellos que pertenecen a la hiperpaternidad, la diferencia estriba en que: “el hiperpadre no permite que su hijo se frustre, mientras que el padre con sentido común le da armas a sus hijos para que se enfrenten a la vida, que tengan resistencia a la frustración, que aprendan la autonomía y sean personas y no súper personas”.
Con la crianza de hijos sobreprotegidos, existe el riesgo inminente de tener hijos miedosos. Los padres también sufren las consecuencias de una ‘agenda’ infantil agitada y se refleja en el estrés. El impacto de esta dinámica de crianza recae principalmente en las mujeres, quienes son las que dirigen la mayoría de las actividades de los hijos.
Cuando sobreprotegemos a un niño lo que hay es miedo a que no pueda, a que no sea feliz, a que no tenga amigos. Cuando tenemos un hijo hay que preguntarnos: ¿quién está educando a tu hijo, tu miedo o tú? Hay dos tipos de padres, los que aplanan el camino para sus hijos y los que preparan a los hijos para el camino, para que cuando salga a los 18 años de casa esté listo para lo que encuentre y que supere cualquier piedra en el camino”.
Las consecuencias de la hiperpatenidad no son para tomarse a la ligera, “aquellos niños a los que se les evita la responsabilidad, a los que se les resuelve todo por norma, en la adolescencia son proclives tener muchos trastornos de todo tipo porque de repente se encuentran sin armas para enfrentarse al mundo”.
Por un lado los padres han impuesto exigencias demasiado altas a sus hijos; quieren que sean los mejores de la clase, tal vez por orgullo propio. Pero no saben lo que esto puede afectarles: cada vez hay más casos de niños que toman estimulantes o copian para mantener sus calificaciones, hay niños que sufren de ansiedad, que abusan de sustancias o se hace daño a sí mismos. ¿Qué demonios estamos haciendo mal?
Se llama sobreprotección.
Un caso extremo, contado por la escritora Eva Millet en su libro sobre la “Hiperpaternidad”, narra la historia de una estudiante universitaria que se quedó encerrada en el ascensor de un centro educativo en Barcelona y, en vez apretar el botón de alarma, llamó a su madre a Estados Unidos, la cual le avisó a la sede central en Chicago, los cuales a su vez dieron parte a la sede en Barcelona para que fueran a rescatar a la chica. Simplemente no era capaz de resolver el problema por sí sola, y probablemente ni se le ocurrió. ¿Para qué? Si siempre ha tenido a una madre que los resuelve por ella.
Otra investigación, realizada también en la Universidad de Washington, analizó a 297 estudiantes de instituto cuyos progenitores podían catalogarse como “padres helicóptero” y descubrió que estos adolescentes y jóvenes puntuaban más alto en las escalas de depresión y ansiedad. Según estos psicólogos, el origen de estos trastornos emocionales se encuentra en la “Teoría de la Autodeterminación” según la cual, para que una persona sea feliz y se sienta realizada, debe satisfacer tres necesidades: sentirse autónoma, competente y conectada con otras personas.
Obviamente, la hiperpaternidad no satisface ninguna de estas tres necesidades, al contrario, las limita. De esta forma, aunque los padres pueden tener las mejores intenciones del mundo, en realidad terminan lastrando el desarrollo emocional, intelectual y social de sus hijos.
1. Sé como un submarino, no asumas el rol del helicóptero. En vez de sobrevolar la cabeza de tus hijos y estar siempre presente, es más conveniente que te conviertas en un submarino; es decir, que te mantengas fuera de su radar pero siempre atento por si realmente necesita tu ayuda.
2. Practica la sana desatención. De vez en cuando, no pasa nada porque no puedas prestarle la atención que quisieras a tus hijos. Tú también tienes una vida fuera de la familia, no eres solo un padre o una madre. Y no caigas en el error de sobrecargar su agenda de actividades, déjales tiempo libre para que ellos mismos aprendan a gestionar las horas muertas.
3. Deja que cometa sus propios errores. Solo así aprenderá. Los errores son pasos fundamentales del aprendizaje y, si son bien usados, fortalecen características como la perseverancia, la autonomía y la autoconfianza. Solo si nos caemos y somos capaces de levantarnos, confiaremos en nosotros. Ayúdale a levantarse, pero no evites siempre que caiga.