Tener “mamitis” está bien

Tener “mamitis” está bien

El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido incondicionalmente. El vínculo que se crea entre padres e hijos tiene unas características únicas, específicas, y muy importantes para el ser humano.

Tener “mamitis” está bien…

El término “mamitis” se relaciona con un bebé o un niño que solo quiere a su mamá o solo quiere estar con ella y que otras personas a cargo de ellos confirman que ese bebé o ese niño sin su mamá no es independiente.

Existe la creencia de que los niños demasiado apegados a sus madres o padres son dependientes y no se aprenden a valer por sí mismos. Pero sucede que es al revés, los niños y niñas atendidos y contenidos son quienes desarrollan esta seguridad que los lleva a irse independizando de sus cuidadores principales, manera natural, de acuerdo a su edad. pero tristemente la creencia y la práctica social aceptada es otra: queremos que los niños sean independientes lo mas pronto posible; que no lloren, que no vengan con mamá, que no pidan ayuda, que se vayan a la escuela, que hagan “sus cosas” solos… y los consejos y opiniones no se hacen esperar: “es normal que llore”, “déjalo solo para que se acostumbre”, “no vas a poder resolverle todo siempre…”

Entonces tener “mamitis” o “papitis” antes de los 6-8 años es NORMAL.

Recurrir a mamá o a papá, contar con ellos o con ambos, o con un maestro, abuelo, tía, etc., es lo adecuado, tener en quien confiar y a quién acudir si necesitan algo, para entender y aprender del mundo, de las relaciones personales, de las emociones y estados de ánimo, eso es lo correcto. Es el vínculo amoroso y el apego seguro lo que desarrolla la seguridad del niño. 

A veces damos por hecho que nuestros hijos son maduros para su edad o que entienden y saben muchas cosas, lo cierto es que a pesar de ello, aún desconocen muchas otras cosas o no son capaces de hacer muchas otras y aún si lo son, quizá estamos apurando un proceso que los hace responsables de situaciones que están a su alcance…

Los niños son eso, niños y tienen una capacidad de aprender inmensa, pero el aprendizaje sucede mejor cuando es a su ritmo y acompañado, cuando a su alrededor está la certeza y no la inseguridad, cuando se siente protegido y no con miedo, el bebé es un mamífero y aprende estando con sus padres, no solo eso, un recién nacido al estar con su madre en contacto piel con piel, puede regular su temperatura corporal, su ritmo cardíaco, su ritmo respiratorio… y hasta despertar cada tanto para sobrevivir y reducir el riesgo de muerte de cuna al amamantar… todos los procesos naturales son perfectos.

Los bebés y los niños pequeños necesitan a su madre, a su padre, necesitan esa protección, esa guía para conocer y reconocer el mundo y para sentirse acompañados en situaciones de riesgo, es normal, si un niño demanda una atención excesiva por la razón que sea, quizá no tiene la que requiere o estemos descuidando algún aspecto importante de acompañamiento a su desarrollo sin estar conscientes de ellos.

El vínculo amoroso o la necesidad de un niño de estar con su cuidador principal no es “mamitis”, es un comportamiento totalmente normal y deseable que no tiene que solucionarse. 

Los bebés necesitan crear fuertes lazos afectivos con sus padres o cuidadores. El vínculo que el niño crea con sus figuras de apego (madre, padre y personas encargadas de su cuidado) es selectivo, fuerte y duradero. Si el bebé (y más adelante el niño) percibe que este vínculo puede alterarse, sentirá fuertes emociones negativas e incluso puede desarrollar dificultades emocionales.

La conducta de apego en un niño es activada por la aparición de estímulos o situaciones que le generen miedo o ansiedad. Por ejemplo, cuando aparece alguna persona extraña, el bebé mira a su madre para ver qué cara pone ella. Si el gesto de la misma es amable, el pequeño puede confiar. Si por el contrario, es de disgusto o incomodidad, el bebé desconfiará del extraño.

Hay otras condiciones que también activan la conducta de apego del niño, como son la separación brusca de la madre (o principal figura de apego), la oscuridad repentina, un ruido intenso, etc. En estas circunstancias, el pequeño busca consuelo en sus figuras de apego. Esta conducta de apego, también puede activarse cuando el niño tiene hambre, está enfermo, siente dolor o cansancio.

Trabajando el apego

La necesidad de apego o cuidado es universal, ayuda a la supervivencia y es tan importante como las necesidades de alimentación y calor. Es muy importante el desarrollo sano de la conducta de apego en el niño debido a que las relaciones tempranas de apego influyen en el desarrollo de su personalidad y, en algunos casos, están en el origen de la psicopatología.

Si el cuidador no tiene la sensibilidad suficiente, puede fracasar al leer los estados mentales del bebé o sus deseosLo que va a determinar este desarrollo sano son las características del cuidador. Es decir, la capacidad que tengan las figuras de apego (madre, padre, cuidador) del niño para cubrir de forma adecuada sus necesidades afectivas. Lo que más importa es que el cuidador pueda ofrecer una respuesta sensible a la necesidad del niño.

Para que la respuesta del adulto sea sensible, éste tiene que notar las señales del bebé o del niño, interpretarlas adecuadamente y responder a ellas de forma rápida y apropiada.

Si el cuidador no cuenta con esta sensibilidad, puede fracasar al leer los estados mentales del bebé o sus deseos, o puede no conseguir calmar y apoyar de forma adecuada al pequeño cuando éste tiene emociones negativas.

Tipos de vínculo

El tipo de cuidado que realicen los padres con su bebé es de suma importancia, porque esto es lo que constituirá el vínculo, que puede ser de dos tipos: seguro o inseguro.

Si los padres son capaces de dar una respuesta sensible a las necesidades del pequeño, éste desarrollará un tipo de vínculo de apego seguro con respecto a sus padres. Cuando el pequeño se sienta ansioso, estresado o con miedo, siente la seguridad de que sus padres van a ser capaces de calmarle, porque ya lo han hecho en otras ocasiones y puede confiar en que volverá a ocurrir. El pequeño ha generado una expectativa positiva con respecto a cómo responderán sus padres a sus necesidades.

Un niño que tenga una madre o un padre previsíblemente disponible, sea cariñoso, tolerante y empático, tendrá mayor probabilidad de desarrollar una imagen de esa relación que puede ser descrita como segura. Si los padres no son capaces de emitir una respuesta sensible a las necesidades del pequeño, el niño desarrollará un vínculo de apego inseguro con respecto a ellos. 

Una persona, de cualquier edad, que siente confianza en que una figura de apego va a estar siempre disponible y receptiva en caso de necesidad, probablemente se sienta relajada y segura y tenga recursos para que le vaya bien en la vida. En cambio, es probable que, una persona que esté preocupada por sus vínculos de apego no funcione de una manera óptima.

Así que tener “mamitis” es normal… y es perfecto para que los niños y las niñas crezcan sanos y felices y seguros emocionalmente.

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